viernes, 4 de mayo de 2012

Chile: capellanes evangélicos en hospitales públicos

Tomado de Protestante Digital


Esta semana se concretó un convenio entre el Gobierno y distintas confesiones, para que no se las discrimine cuando vayan a dar apoyo a pacientes y sus familiares en los centros sanitarios públicos.
Se trata de un acuerdo entre la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos (Onar), de la Secretaría General de la Presidencia, y diversas confesiones religiosas.
Desde este momento los ministros religiosos de los diversos credos del país podrán acudir a los hospitales públicos para dar apoyo espiritual a los pacientes y las familias que lo requieran, con el aval oficial del Gobierno del que hasta ahora carecían.
CEREMONIA EN EL PALACIO DE LA MONEDA
La ceremonia que selló el acuerdo y donde simbólicamente se entregaron las credenciales de acceso a los centros hospitalarios, se realizó en el palacio de La Moneda, sede de la presidencia de la República de Chile . En concreto, en el Salón Montt-Varas.
El encuentro fue encabezado por parte del Gobierno chileno por el ministro Cristián Larroulet, el subsecretario de la Presidencia, Claudio Alvarado, la subsecretaria General de Gobierno, María Eugenia De la Fuente, y el subsecretario de Redes Asistenciales, Luis Castillo.
Asistieron también, como representantes de las diversas confesiones representantes de iglesias protestantes (evangélicas, Luterana, Anglicana, Pentecostales, Ejército de Salvación), de la Iglesia católica, ortodoxa, Comunidad Musulmana y Comunidad Judía, entre otras.
" Hoy estamos terminando con la discriminación que afectaba a muchos pastores evangélicos o protestantes en su acceso a hospitales y damos cumplimiento al compromiso asumido por el Gobierno del Presidente Piñera con el pueblo evangélico en orden a avanzar decididamente en igualdad religiosa en nuestro país ”, dijo Larroulet en una declaración pública.

martes, 1 de mayo de 2012

Reforma laboral y dignidad

Tomado de Cristianismo Protestante
Desde España
Alfredo Abad (Secretario 1º de la Comisión Permanente de la Iglesia Evangélica Española, teólogo y pastor).


Coincido con el momento de reforma laboral que estamos viviendo con una lectura de un documento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Consejo Mundial de Iglesias y Justicia y Paz sobre “trabajo decente”. El documento de la oficina de la OIT se titula: “Convergencias: el trabajo decente y la justicia social en las tradiciones religiosas” y analiza los valores de la OIT y de lo que se debe considerar un trabajo decente a la luz de las opiniones vertidas por las tradiciones religiosas islámica, judía, budista, católica y protestante.

La idea de trabajo decente no tiene que ver con una cuestión moral, quizás fuese más adecuada la traducción un trabajo digno, sin embargo tanto los sindicatos en nuestro país como en su organización internacional han preferido hablar del término “decente” para señalar la degradación que las relaciones laborales sufren en el mundo. Para la OIT es todo un programa que tiene que ver con la búsqueda de una globalización más equitativa basada en valores y objetivos que mejoren las condiciones laborales y de mercado.

Esta coincidencia me permite disfrutar del resultado de años de trabajo conjunto de estas instituciones, y sentirme alarmado, porque con el Evangelio en la mano solo puedo coincidir con el propósito de que dada la importancia del trabajo en la vida de las personas, es un derecho que todos los seres humanos, y en particular los jóvenes, tengan como elemento fundamental en su vida la dignidad la seguridad y la aspiración a un futuro mejor.

Durante años los trabajos de la OIT han mirado las condiciones laborales de los migrantes, hoy con esta reforma laboral, calificada de injusta e innecesaria, nos encontramos con que los principales elementos de valor del programa de trabajo decente de la OIT están siendo arrasados en las sociedades occidentales, particularmente de los países del sur de Europa. Los cuatro pilares del citado programa son: la creación de puestos de trabajo, el mantenimiento y el apoyo de los derechos en el trabajo, el velar por la protección social y la seguridad para todos y la construcción del diálogo social, y como objetivo transversal la igualdad de género. No es una cuestión de flexibilidad sino de valores fundamentales en la defensa de la dignidad de las personas.

Recomiendo su lectura, es un documento accesible que pone en evidencia la contribución de las tradiciones religiosas a dignificar las relaciones laborales para todas las personas, no todo vale en nombre de la sacrosanta crisis y hay también otros valores sagrados que tienen que ver con la defensa de los más débiles y no quedar en desamparo con el único criterio del beneficio y de los resultados; en particular tras décadas de logros en el ámbito social, también inspiradas en el origen de los sindicatos por un compromiso del Evangelio con la realidad social desgarradora que sufría la Inglaterra de la revolución industrial, ver la historia de las iglesias metodistas al respecto.
Algo no es decente en la actual reforma laboral y es causa del Evangelio denunciarlo.
Alfredo Abad. Febrero 2012
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(1) http://www.ilo.org/public/english/bureau/pardev/download/relations/ilo_convergences_sp.pdf

El discurso de la laicidad en los medios. Una mirada desde el caso peruano

Tomado de Periodistas en español.org

De Rolando Perez (Perú) para ALC Noticias. La significancia de los símbolos religiosos católicos volvió a aparecer recientemente en la agenda noticiosa mediática a raíz de la destrucción de tres imágenes representativas de la cultura católica. “El autor [de la destrucción de la Virgen de Fátima] es un joven de 25 años, lamentablemente enfermo mental, esquizofrénico, pero ¿por qué se orientó contra la imagen de la Virgen? Porque él frecuenta a los Testigos de Jehová y ellos inculcan el odio hacia estas imágenes y dicen que deben ser destruidas”, dijo el obispo Luis Bambarén, un influyente sacerdote católico.
El modo en que este hecho ha sido abordado por los medios nos recuerda nuevamente que la representación pública del factor religioso se hace sobre la base de los estereotipos, las estigmatizaciones y las discriminaciones. Del mismo modo, el debate sobre la laicidad del estado se mediatiza solo en el momento en que ciertas minorías religiosas exigen no solo el reconocimiento de sus derechos, sino también —en muchos casos— la disputa de poder por los privilegios culturales y políticos.
El año pasado, por ejemplo, se generó un intenso debate debido a la promulgación oficial de la Ley 29635 referida a la Libertad Religiosa, cuyos términos —a decir de algunos críticos—, vuelven a legitimar la confesionalización del estado y, por ende, a lesionar el carácter laico de nuestra democracia, establecida en la Constitución Política del Perú.
El debate develó que sectores conservadores influyentes de los ámbitos católico y evangélico propiciaron la dación de esta ley porque vieron en ella tanto una puerta para legitimar sus intencionalidades proselitistas como también sus cosmovisiones políticas y teológicas en la línea del tutelaje de la moral pública.

Sin embargo, más allá de las disposiciones legales, es importante poner atención sobre cómo se construye, desde la agenda pública, el debate respecto al factor religioso y el rol de las iglesias o comunidades de fe, sobre todo en un contexto en el que se intenta pensar la democracia y asociar el desarrollo a ejes como el de la inclusión y la participación ciudadana plural, además de la afirmación de la laicidad del estado.

¿Qué rol están jugando los medios en este contexto? ¿Cómo se aborda el factor religioso en el discurso mediático? ¿A qué lógicas obedece el tratamiento periodístico de los rituales religiosos contemporáneos?

Entre el discurso de la oficialidad y la “folklorizacion” de las creencias
A juzgar por el tratamiento noticioso y las representaciones mediáticas de las ritualidades o hechos religiosos, podemos encontrar dos lógicas que subyacen el abordaje mediático en este campo.

En primer lugar, está marcado por la lógica de la reproducción del discurso oficial eclesiástico-político. En este sentido, determinados rituales religiosos tradicionales aparecen en los medios a modo de representaciones culturales oficiales, en el que no se discute si determinado acto religioso-político lesiona el carácter laico del estado.
Un antecedente emblemático en ese sentido es el modo en que los medios dieron cuenta del reconocimiento que hizo el gobierno del expresidente Alan García a la tradicional procesión católica del “Señor de los Milagros”, el mismo que fue declarado —mediante Decreto Supremo—, Patrono de la Espiritualidad Católica. El propio presidente García promulgó la referida ley en el marco de la procesión oficial.

Esta puesta en escena mediática de los históricos rituales católicos que podría verse como una suerte de afirmación de las tradiciones culturales ancestrales del país, revela, sin embargo, un uso político de la religión, y también la complicidad que aun existe entre los sectores religiosos y políticos respecto a la afirmación de la histórica cultura del tutelaje religioso en la gestión publica. En otra esfera religiosa, es interesante observar la legitimidad política, manifiesta en la amplia cobertura mediática que han adquirido los denominados “Te-Deums evangélicos”.

Este hecho que aparece como un aparente reconocimiento de los derechos de un sector no católico históricamente marginado por los actores mediáticos y excluido por los agentes políticos, ha creado una suerte de espejismo respecto al discurso mediático y político sobre la libertad y la igualdad religiosas en el país.Muchos de los líderes evangélicos han asumido, de esta manera, la presencia de las autoridades políticas en estos rituales públicos mediatizados como un reconocimiento a la historia y presencia de la comunidad evangélica en el país. Sin embargo, la obsesión por competir con el poder político y cultural que históricamente ha ganado el catolicismo, conlleva implícitamente a la reproducción —desde otra lógica—, la de la confesionalización del Estado. En este contexto, la espectacularización mediática de estos neo-rituales evangélicos obvia la discusión respecto al derecho que deberían tener las minorías religiosas, más allá de aquellos eventos públicos que se hacen para conseguir legitimidades políticas mutuas con el fin de afirmar modelos no democráticos y poco inclusivos del ejercicio del poder.
El problema no reside en el derecho que estos sectores religiosos tienen para empoderarse en la esfera pública, tomando en cuenta, además, que históricamente fueron excluidos o relegados a jugar un papel marginal en la sociedad. Lo que ocurre aquí es que muchos de estos grupos buscan apropiarse de lo público sobre la base de aquella lógica que produce la perspectiva “confesionalista” del acceso al poder político y cultural.

Investigaciones serias han revelado que detrás de los esfuerzos de incidencia pública que emprenden determinados sectores evangélicos conservadores subyace una clara “agenda reconstruccionista”, por la cual se asume que “los gestores de la fe tienen un imperativo moral o un mandato cultural [mesiánico] para extender su dominio religioso sobre todas las estructuras de la sociedad” (Pottenger, 2007).

En segundo lugar, la representación mediática de las prácticas religiosas está marcada por la lógica de la folkorizacion de lo religioso. Con frecuencia, las iglesias o grupos no católicos se constituyen en sujetos de noticia cuando aparecen en el contexto de acontecimientos calificados por el mirador periodístico como “pintorescos” o folklóricos.
Muchos de estos grupos, en el ámbito local, están desarrollando esfuerzos significativos a favor del desarrollo de sus comunidades. Sin embargo, desde el lente mediático, la noticia más importante respecto a ellos no es precisamente este tipo de hechos, sino aquellos que implican el escándalo noticioso (un pastor que fue encontrado cometiendo algún “pecado sexual”; un hombre embriagado, cuya familia profesa alguna fe, que destruyó un monumento religioso). La espectacularización mediática (la conversión religiosa de un personaje público, el show musical de un cantante religioso, la inauguración oficial de un monumento a la “fe tradicional”) o la incursión de algún líder evangélico en la arena política.

Este tipo de abordaje mediático no admite el debate, la reflexión ni la discusión sobre las implicancias de la actuación pública de los sectores religiosos, que invite a discutir respecto al rol ciudadano de las iglesias y las comunidades de fe en el contexto de una sociedad que se asume democrática, que lucha por la inclusión social e intenta afirmar la laicidad en el Estado.

Pedagogía ciudadana desde los medios
En un contexto marcado por las fragmentaciones del sistema democrático y las fragilidades de la cultura ciudadana, se necesitan construir marcos legales que garanticen una verdadera cultura de la igualdad religiosa, que propicien una genuina participación ciudadana de las comunidades de fe y que promuevan el libre ejercicio de las creencias religiosas.

Pero no bastan los marcos jurídicos. Se requiere, además, la construcción de espacios públicos y procesos de interacción ciudadana que animen y generen el debate sobre las lógicas desde las cuales se sostienen los discursos y las prácticas religiosas públicas contemporáneas. Se trata de impulsar una amplia discusión, por ejemplo, respecto de las repercusiones de la creciente incidencia de los proyectos religiosos fundamentalistas que se afirman en la cultura del tutelaje de la moral pública.

Los medios tienen aquí un rol pedagógico clave para construir puentes de diálogo, de modo que —como sostiene Habermas, se logre, por un lado, que los ciudadanos religiosos y los seculares puedan sostener procesos de aprendizaje que les capacite para comportarse de una manera auto-reflexivamente ilustrada en la esfera público-política (Habermas, 2006). Y, por otro lado, se necesita trabajar en la esfera pública, a fin de construir espacios de debate en el que concurran todas las voces, las de la oficialidad religiosa y las de los espacios laicos, las mayorías y minorías. Se trata, en ese mismo sentido, de evitar el diálogo entre actores religiosos para colocar la preocupación por la laicidad del estado entre los temas centrales de la agenda pública.

Para ello, es importante que desde los medios se contribuya a eliminar los vestigios de intolerancia religiosa, se construya un discurso periodístico que no se sostenga en la "folklorizacion” del hecho religión, así como evitar que, en nombre del reconocimiento de las minorías, se utilice la religión para legitimar determinados proyectos políticos y sostener viejos tutelajes que minan la democracia y caricaturizan la acción ciudadana. Se trata, mas bien, de construir un espacio para el diálogo con el horizonte de la afirmación del espíritu laico, entendido “no solo como como una nueva cultura, sino como la condición para la convivencia de todas las posibles culturas” (Norberto Bobbio, 1999).
 
Referencias:
Bobbio, Norberto (1999). «Cultura laica y laicismo», Diario El Mundo, España.
Habermas, Jürgen (2006). Entre naturalismo y religión. Barcelona: Paidós.
Nugent, Guillermo (2010). El orden tutelar, Lima: FLACSO-DESCO.
Pottenger, John R. (2007). Reaping the Whirlwind: Liberal Democracy and the Religious
Axis, Georgetown University Press, Washington, 2007.