domingo, 17 de enero de 2010

CHILE: Como votan los evangelicos


La Nación Por Josué Fonseca
Para la segunda vuelta de 2000, un grupo de 120 obispos y pastores evangélicos a nivel nacional publicó una declaración adhiriendo al Presidente Lagos, pero reivindicando el derecho que asistía a quienes disentían y votaban por Lavín. Esta participación produjo un giro definitivo en la perspectiva que, hasta ese momento, se tenía en Chile del pueblo evangélico.

Leemos columnistas y escuchamos comentaristas que sostienen en estos días que el voto de los evangélicos no se puede determinar dadas sus peculiares características. Esto sorprende porque, justamente, para esto se supone que existen cientistas sociales o analistas políticos, no para que se resistan a investigar o nieguen la existencia de un fenómeno, sino precisamente para explicarlo.

En Europa y los países con larga tradición protestante, la cuestión del pensamiento político de las iglesias no presenta gran puzzle. En EEUU es conocido el importante sector evangélico que se define republicano-derechista, y el signo de interrogación surge a partir de explicar cómo es que algunos de estos grupos votaron por el Presidente Barack Obama en la pasada elección. En Chile y en América Latina, la cosa no es así. En su segunda elección en Perú, Fujimori ganó la votación porque llevaba de candidato a Vicepresidente al doctor Carlos García, connotado dirigente evangélico, sociólogo y teólogo Bautista, al cual, sólo días después de la elección, negó participación y presupuesto, y finalmente mantuvo en arresto domiciliario por defender los principios democráticos.

Autores internacionales como David Martin, David Stoll, Samuel Escobar, e incluso CEP-Adimark en 1992, y otros han advertido claramente acerca del impacto político del crecimiento de los evangélicos en América Latina, para bien o para mal. Decimos para mal, a propósito de las malas experiencias vividas en Guatemala con Ríos Montt, o en Brasil con Collor de Mello, en las que tristemente intervienen los evangélicos.

Pero, si en Chile no estamos habituados a estas fuerzas religiosas emergentes, tendremos que empezar a acostumbrarnos, porque ellas ya se instalaron en la sociedad chilena. En una oficina del Palacio de La Moneda, hace unos años, el ministro del Interior en ese momento, don José Miguel Insulza, preguntó a este articulista cuántos son los evangélicos. La respuesta que recibió fue: “¿Usted está preguntando seriamente? ¿De veras no lo sabe?”. Es evidente que las instituciones no están bien informadas porque los partidos políticos no reparan en nuevas fuerzas emergentes a menos que haya presiones, los medios de prensa las invisibilizan, y los propios adherentes evangélicos resisten, por inocencia, que sus líderes ejerzan el derecho de pronunciar sus puntos de vista como dirigentes nacionales. Como muestra de que no nos acostumbramos a los evangélicos, algunos políticos inocentes, carentes de pudor, buscan el voto evangélico utilizando lenguaje religioso que les es ajeno, con fines demagógicos, argucia que este sector rechaza.

Recordemos que para la segunda vuelta de 2000, un grupo de 120 obispos y pastores evangélicos a nivel nacional publicó una declaración en La Tercera adhiriendo al Presidente Lagos, pero reivindicando el derecho que asistía a quienes disentían y votaban por Lavín. Esta participación produjo un giro definitivo en la perspectiva que hasta ese momento se tenía en Chile del pueblo evangélico. Ello provocó titulares en la prensa por casi dos semanas. Medios de comunicación buscaron con ligereza confrontar a laguistas contra lavinistas, pero no lo lograron, porque esas ideas se plantearon en un contexto legítimo de diálogo y respeto por los derechos de cada ciudadano a expresarse.

Hay muchos que aún no comprenden por qué los dirigentes evangélicos nacionales dan a conocer su pensamiento en una elección. Para entender esto hay que considerar varios elementos. La Mesa Ampliada, que dirige al 90% de los evangélicos, ha dado a conocer su posición con todo derecho porque sabe que tienen un rol que cumplir. A ellos, que son personas educadas, no les necesitamos recordar que su opinión es relativa, y que cada evangélico es libre de votar como le parezca, porque ellos lo saben de antemano. Lo que ocurre es que ellos no se entienden a sí mismos como el clero católico, que se inhibe de ejercer el derecho de expresión porque representa a un Estado, a pesar de que igual se las arregla para opinar. Los líderes evangélicos expresan su sentir libremente porque son ciudadanos con plenos derechos, y lo hacen no a través del púlpito que tiene otro rol, sino por medio de la tribuna ciudadana, al que todos y todas tenemos igual derecho.

Los dirigentes evangélicos, asimismo, conocen la enseñanza bíblica que revela la participación política en el Antiguo Testamento de gobernadores, jueces, reyes y profetas; o en el Nuevo Testamento en las enseñanzas de Juan el Bautista, el apóstol Pablo y nuestro Señor Jesús. Si uno lee el Magnificat de María se sorprende con la visión política de este cántico de la Madre de Jesús. Los líderes evangélicos saben que dar opiniones en tiempo de elecciones no es el único camino de participación política, también lo es el trabajo diario, la evangelización, el servicio social, la educación, los programas de rehabilitación, las ONG, la defensa de los derechos de las personas, y tantas otras acciones de carácter social. Estos dirigentes conocen bien estos argumentos, y opinan ejerciendo no sólo su libertad de conciencia, sino también su libertad de expresión. Estas mismas libertades podrían asumir, si quisieran, otros líderes evangélicos si no se consideran representados, y dar la cara en público como lo hace la Mesa Ampliada.

Algunos se preguntan cómo vota el mundo evangélico. En este sector no funcionan precisamente los tradicionales tres tercios de la sociedad chilena. Podríamos afirmar de una forma sencilla que dos cuartos votan por las ideas laicas y liberales de centro izquierda, en razón a su asociación histórica con las tendencias socialdemócrata, y mayormente por su extracción popular. Otro cuarto vota por la derecha, debido a sensibilidades sociales y otro cuarto es vacilante. ¿Cómo se logra ganar la confianza del voto evangélico? Esta pregunta la dejamos para otro artículo. //LND

* Pastor, ex Decano del Seminario Teológico Bautista y Máster en Teología graduado en Canadá.

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