domingo, 8 de febrero de 2009

Cuba controversial: Cantos cristianos en las calles de la Habana

Del Periodico de Guatemala

Foto: Andreas Boueke
Todos hablan de Cuba, pero ¿qué dicen los cubanos? Sus voces cuentan cómo viven el comunismo día a día.


No se puede negar el toque romántico que la oscuridad nocturna da a los barrios más poblados de la Habana. La poca luz que alumbra las calles sale de unas cuantas ventanas iluminadas de apartamentos en los segundos y terceros pisos. Pero un peligro, poco romántico e imperante, está en cada esquina: ensuciarse los zapatos con excremento de perros callejeros. Hay muchos de esos.

De repente suenan voces tarareando y guitarras que se afinan. Empieza el canto de diez voces talentosas: "Feliz, feliz cumpleaños deseamos para ti". El pequeño coro está parado frente a una puerta abierta. Y se puede ver hacia adentro. Unas antiguas gradas de mármol suben a la oscuridad absoluta. Se abre una ventana de madera vieja. Aparece la silueta de una cabeza negra con ojos radiantes y una sonrisa blanca de gran alegría. Siguen cantando: "Feliz cumpleaños, querida Analie, que los cumplas feliz".

Nació hace 25 años. Vino a la Habana hace 10. Comparte vivienda con una pareja de ancianos.
Introdujeron un techo de madera entre las paredes altas de la única habitación. Así se creó el espacio al que Analie habita. Ella no puede estar parada en su cuarto, pero cabe una cama, una mesa y unas cajas de cartón para guardar ropa.

Desde su adolescencia, Analie dejó a su familia en la provincia Camagüey para estudiar en la capital. Aprovechó la oportunidad que el Estado le brindó: una beca por su talento mímico.
Ahora trabaja como actriz y es reconocida por su dedicación al arte. Gana el salario usual de 280 pesos cubanos al mes (equivalentes a Q80). Como mujer profesional se siente realizada: "Soy afrocubana. El color de mi piel nunca ha sido un obstáculo. No importa de dónde tú vengas. Campesino u obrero, hombre o mujer, todos tienen las mismas oportunidades. De verdad. Esto es algo digno de admirar en mi país".

Camaradería cristiana

Hace unos años Analie se unió a una iglesia del creciente movimiento evangélico en Cuba.
Participó en la fundación de un grupo de jóvenes cristianos. Su fe le da fortaleza espiritual. Sin embargo, lucha con la ansiedad. ¡Cómo quisiera recibir un abrazo de cumpleaños de su mamá! No ha podido viajar a su pueblo natal desde hace más de dos años. El dinero no le alcanza.
Las atenciones de sus amigos le ayudan a sobreponerse a la nostalgia. La serenata que le regalaron le conmovió: "Doy gracias a Dios por eso, por mis amigos. Son un tesoro incalculable".

Analie se apura para bajar las gradas hacia la calle. Abraza a cada uno, especialmente a Giosvani, un muchacho con rasgos asiáticos y un gran talento para tocar la guitarra. Además tiene el don de inspirar alegría en las personas que le rodean: "Estamos alabando al Señor y agradeciéndole por nuestra líder Analie. Es una mujer digna de admirar. Sabe luchar".

El grupo va caminando hacia una avenida principal en donde unas personas esperan el bus.
Noberto, un rubio con ojos claros, pregunta: "¿Quién es el último?", quiere asegurar el lugar en la fila. Una mujer le contesta: "Soy yo".

Con su cortesía habitual Noberto pregunta a la gente si permiten que él y sus amigos sigan cantando. No quiere molestar a nadie. Le responden con sonrisas amables. Noberto y Giosvani levantan sus guitarras, tocan unos acordes y ya se vuelven a escuchar las voces bellas del grupo. Cantan canciones cristianas, populares en los cultos de sus iglesias.

Muchas de las congregaciones protestantes en Cuba iniciaron durante los años noventa. Ha sido una época difícil para el país, llamado "período especial". En casi el resto del mundo el comunismo desaparecía como política estatal. El régimen castrista perdió la benevolencia de la Unión Soviética, su aliado principal. Durante este tiempo, de profunda escasez material, muchos cubanos buscaron apoyo en la religión. Algunos esperaron ayuda concreta de parte de los grupos evangélicos bien conectados con misioneros canadienses y estadounidenses. Otros buscaron alivio espiritual.

Analie y sus amigos cantan hasta que llega el bus. La gente espera su turno mientras que una señora sujeta del brazo a un anciano que tiene dificultad para subir las gradas. Al lado del chofer hay una caja transparente, llena de monedas y billetes. Algunas personas pagan el pasaje de 40 centavos cubanos (unos 10 centavos de quetzal) en la caja; otros, que no tienen cambio, pagan un peso; y aquellos que no tienen nada, entran sin pagar. El bus es espacioso, moderno, limpio y está en excelentes condiciones, construido en China Popular.

Amigas

Analie tiene una amiga especial. Las dos comparten sus logros y desilusiones desde la adolescencia. Juntas enfrentaron la vida de becadas en la gran ciudad, lejos de sus familias.
Rosmeri es una mujer con mejillas rosadas, ojos más grandes que oscuros y una impactante voz de canto. "Aquí en Cuba hay muchas deficiencias", dice. "Muchas cosas que arreglar. Pero también hay cosas buenas. Personas con talento pueden llegar lejos. En otro tiempo, yo, una muchacha de un pueblo pequeño, no hubiera podido estudiar, no hubiera podido cantar frente a un gran público. Pero aquí sí puedo. Los cobardes se conforman, pero el que quiere estudiar, el que quiere avanzar, lo logra. En mi país lo puede lograr".

Muchos cubanos tienen miedo de hablar del sistema político y económico de su país, especialmente frente a un micrófono. Temen represalias. Pero a Rosmeri no le gusta autocensurarse. Menciona los problemas, siempre insiste en observar los dos lados de la moneda. "Para nadie es un secreto que Cuba es subdesarrollado; tampoco tenemos todas las libertades que quisiéramos tener. Pero hay cosas que lo compensan. Quizá no tenemos derecho a tantos lujos, pero tenemos un pensamiento formado. El cubano es culto. De verdad no tengo nada que envidiarles a los demás países. Es cierto, tenemos que trabajar mucho sin que nos den una recompensa económica adecuada, pero ¿de qué te valen tantas cosas materiales si al final no puedes estar feliz? Yo aquí soy feliz".

Por las calles de LA Habana Vieja

Los jóvenes bajan del bus en una parada de la Habana Vieja, el área más turística de la ciudad. Caminan y cantan. Se sientan para descansar en uno de los parques. Al rato, forman un círculo, con las cabezas agachadas en oración. "Amén". Pasan por muchos restaurantes en donde los meseros sirven platos de langostas exquisitas, seguidos por mojitos, el cóctel tradicional cubano. Para Analie sería imposible pagar tal menú. Cada plato cuesta más que su salario mensual.

Durante unos momentos se queda parada en la calle, disfruta de la música en vivo que se escucha desde dentro de un restaurante. Música cubana, la rumba, el son, la cumbia. "Tenemos una cultura propia como cubanos. Tenemos algo que nos identifica". Analie es muy cautelosa cuando habla de la situación en Cuba. Mide cada una de sus palabras. Pero le encanta hablar de los logros culturales de su país: "Todo el mundo sabe que esto es música cubana. Al tener algo propio, no tenemos que imitarle a nadie. Lo defendemos con mucha fuerza".

Los jóvenes entran a un cuartito al lado de la calle sin sillas ni mesas. Solamente hay un mostrador de madera podrida. Piden cuatro cenas de arroz con pollo. Se les entrega la comida en frágiles cajitas de cartón reciclado. Con las tapaderas forman cucharas, a falta de cubiertos.
Cada porción cuesta 15 pesos cubanos, o sea Q4. Comparten el pago y la comida. Después llega la hora de entregar regalos. Analie recibe un cepillo de dientes, una cajita de fósforos, un lapicero y como sorpresa principal, un jabón perfumado. Inhalando su olor, la cumpleañera se llena de emoción y agradecimiento.



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1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo soy cubana, a diferencia de la muchacha, era habanera y vivía en un cuartico de un solar donde nací en un hogar evangélico.
Es hermosa la crónica que más que contentamiento habla de resignación.
Cuando esa muchacha se gradúe, no tiene trabajo en lo que estudió, posiblemente trabaje como maestra que es la necesidad de siempre y no se puede negar porque entra en el período que se llama "trabajo social".
Una cosa es "estar contentos con lo que tenemos" y otra también "he aprendido a vivir en la abundancia y la necesidad" como dijo el apóstol Pablo.
La diferencia es que en Cuba, se llevan 50 años careciendo de lo elemental: libertad de expresión, susurrando nuestras verdades, pasando todos los días por lugares repletos de comida mientras nuestros estómagos rugen de hambre. Porque esa cajita de cartón con arroz con pollo, fue toda una celebración, no algo cotidiano.
Y una aclaración, las iglesias evangélicas no comenzaron en los 90, sino en el siglo 19.
Aunque para muchos no existieran las iglesias, allí estábamos, reunidos alabando, predicando, siendo discriminados hasta lo indecible. Se lo digo yo, que formé parte de esa historia.
Le animo a que siga investigando sobre la juventud cubana cristiana, la que estudia y testifica dentro de la universidad y en las calles predica el evangelio de Jesucristo.
Vaya a los parques de noche, los va a encontrar y va a poder escribir historias fascinantes.