miércoles, 14 de mayo de 2008

[aequus] EL SENTIDO DE LA HOMBRIDAD

EL SENTIDO DE LA VIDA
JHON ALEXANDER MACKAY
 

I

El Sentido de la Hombridad

 

            Tenia razón Carlos Wagner al afirmar que: "Hay algo más raro que un gran hombre: Es, un Hombre". Es verdad que es más fácil ser medico, abogado, literato, artista o ingeniero, que hombre. Y, por lo mismo de ser la profesión de hombre la única universal, es ella a la vez la más básica e importante de las profesiones humanas.

 

            ¿Qué significa Hombre, todo un Hombre? ¿Dónde se encuentra un verdadero humano y, como se le conoce? Creyeron encontrar uno aquellos campesinos ibsenianos que salieron al encuentro del joven clérigo Brand, al haber cruzado éste, en frágil botecito, las aguas embravecidas de un fiord noruego, para cumplir con lo que creía su deber. "Hace tiempo que nos hablan del buen camino", dijeron a Brand, "Y nos lo indican con el dedo. Más de uno lo ha señalado, pero tú eres el primero que lo ha seguido. Un millón de palabras no valen lo que un hecho. Por eso venimos a buscarte en nombre de todos, porque lo que nos hace falta es un Hombre". También Pilatos aquel escéptico y timorato gobernador romano de Judea, creyó ver todo un hombre en cierto reo que le hicieran comparecer ante él en ocasión inolvidable. "Ecce Homo", dijo a los ruines acusadores del Nazareno. "He aquí el Hombre".

 

            La cualidad del Hombre, en el sentido cabal de la palabra, Unamuno la ha llamado "Hombriedad". Nos cuenta, en uno de sus ensayos, que leyendo al gran historiador y psicólogo portugués Oliveira Martins, le hirió la imaginación la voz "Hombridade" que éste aplicaba a los castellanos. "Hombridade" le pareció un hallazgo. Conforme la emplea Unamuno, esta voz encierra cualidades más amplias que la simple probidad u honradez indicada por "hombría de bien". Su sentido es mucho más comprensivo y viril que "humanidad", o "humanismo", voces que se hallan estropeadas por oler a pedantería, a secta, a doctrina abstracta. Hombridad es la "cualidad de ser Hombre, sé ser Hombre entero y verdadero, de ser todo un Hombre". "¡Y son tan pocos los Hombres", agrega Unamuno, "De quienes pueda decirse que sean todo un Hombre!".

           

Adoptando esta simpática acuñación lingüística del gran vasco -Quien, dicho sea de paso, es uno de los ejemplos más legítimos de la hombridad en la escena contemporánea vamos a ensayar el retrato de un verdadero arquetipo humano.

 

1

           

El Hombre verdadero ha de ser, en primer termino, la negación de ciertos arquetipos bastardos que gozan todavía de mucho prestigio, ya sea entre las muchedumbres, ya sea entre la élite intelectual o social.

 

            Un arquetipo humano muy clásico, que goza de notorio prestigio entre cierto sector de la sociedad, y en algunos países más que en otros, se llama Don Juan Tenorio. Don Juan, que recibiera primero personalidad literaria en "El Burlador de Sevilla", de Tirso de Molina, comparte con Fausto el triste honor de ser el personaje más universal de la literatura europea desde el renacimiento a esta parte. ¿Quién es Don Juan? Por cierto que entre los Don Juanes de Tirso, de Zorrilla, de Moliere, de Byron y los de una ciudad sudamericana, hay marcadas diferencias de sensibilidad moral. En el fondo, sin embargo, son idénticos. Don Juan no cambia; blasona la misma enseña: "Yo y mis sentidos". Pero, con todas sus bravatas y aires de guapo, es un perfecto calavera a quien la lujuria ha entontecido. Es rara vez un gran apasionado antes casi siempre un frío calculador.  Hace alarde de su libertad. Vive, no obstante, en la esclavitud más absoluta, ya que lo manejan a su antojo los impulsos de la carne o los mandatos irresponsables de un perpetuo "porque si". Hace poco el distinguido medico español Dr. Marañon dejo caer una bomba en el campo Tenorista, llamando a Don Juan, "una monstruosidad biológica". Empero merece éste el calificativo, pues no tiene vuelta de hoja que así moral como físicamente resulta ser anormal.

 

            Pero hay muchos jóvenes, por desgracia, que sin convertirse en Don Juanes de oficio, creen que para ser hombres hay que tomar lecciones en la escuela de Tenorio. Recuerdo el triste caso de un mozo peruano que fue aclamado héroe por un grupo de compañeros suyos, al descubrirse que aquel había contraído una de las enfermedades que van a la zaga de Tenorismo. En opinión de esos jóvenes ingenuos, aquel se había hecho ya hombre. Pero un hombre es otra cosa. Un Hombre reconoce que el instinto sexual es perfectamente natural, tan natural como cualquier otro, y adopta entonces frente a él una de estas dos actitudes. Sin reprimirlo, para que no forme en su personalidad complejos freudianos, lo sublimiza, buscando alguna actividad de orden superior que absorba su pasión. O, de otro modo, canaliza honradamente su instinto dentro del cauce del matrimonio, aceptando y aun persiguiendo las consecuencias naturales que le trae la fundación de un nuevo hogar.

 

            Creo que si reflexionaran un poco los jóvenes sobre las posibles consecuencias que acarrea a otros una pasión irregular, repudiarían para siempre todo amago de Tenorismo. No olvidaré nunca una experiencia que tuve en la ciudad de Valparaíso. Había dirigido unas palabras de aliento a un grupo demozuelos, vendedores de diario, que concurrían todas las noches a una clase que organizaba para ellos la Asociación Cristiana de Jóvenes de aquella ciudad chilena. Al retirarme luego del local pregunte al secretario que me acompañaba: "¿Cómo explica Ud. el contraste tan extraordinario entre los semblantes hermosos e inteligentes de muchos de esos muchachos y los harapos que visten y la posición social que ocupan?" Mi compañero me contestó con estas palabras tan trágicamente sugestivas: "Ninguno de ellos conoce a un padre". Y ¿esos padres? Tenorios de una capa social superior.

 

2

 

       Otro arquetipo humano, más culto y correcto quizá, pero no menos bastardo y subhumano, es el "snob". El "snob" pertenece a la Antigua y Aristocrática Orden del Pavo Real. En virtud de la sangre que corre por sus venas, o la posición social que ocupan, o las propiedades que poseen, o la cultura que han adquirido, los miembros de esta orden sienten el mas alto desdén por los demás hombres, ante quienes no pierden oportunidad de pavonearse, cuidando de no alterar con nadie que no sea de su circulo.

 

            En lo social el "snob" es a menudo un hermoso animal que, al no encontrar la sociedad genial de los suyos, muestra preferencia por la de los canes y caballos. Fue pensando en esta rama del "snobismo" que Bernad Shaw dijo aquello de que: "Es permitido a las damas y a los caballeros de hoy tener amigos en las perreras, mas no en la cocina". Por cierto que resulta asombrosa y desconcertarte la cantidad de gente que pone de manifiesto su subhumanidad, tirando mas a los canino y lo caballar que a lo humano.

 

            Otra especie de "snob" se decida a las letras, lo que persigue el "snob" literario es el lucimiento mas que el alumbramiento. Tiene la obsesión de la forma, preocupándole poco a fondo. Blasonando la jerga de "el arte por el arte", posa la vida rebuscando cortes y colores nuevos, resultando de esta suerte sastre de lo efímero, cuando debería hacerse escultor de lo eterno. Los únicos aspectos de la vida que le interesan al "snob" son los vistosos y llamativos. Espectador sentado en su torre de marfil o su tallado balcón aristocrático, mantiénese alejado de todo contacto con la vida real y verdadera. Jamás se le ocurre poner su talento al servicio de una idea o causa nobles. Y ciando se da el caso, como a veces sucede, de que un "snob" de las letras escribe un libro de fondo, lo hace casi siempre sobre los temas que están de moda. Al ocuparse de problemas humanos, cuida mucho de no tocar los aspectos de dichos problemas que estén candentes en su propia tierra. Tratar temas escabrosos podría traerle muchos inconvenientes. Conozco una gran obra de sicología escrita por un profesor sudamericano, en que no se trata para nada los tremendos problemas sociológicos de la patria del autor. Es que a éste le interesaba tan solo la opinión critica extranjera y nada el bienestar nacional.

 

            Los tales carecen de hombridad. Son todos ellos hombrecillos, traidores a la bondad,  a la belleza, a la verdad o a la patria. Es también traidor y maldito todo sistema educacional que tiende a producir tipos que vivan desdeñosamente apartados de la eterna realidad humana y de la realidad actual de al patria.

 

3

 

       El tercer arquetipo de Hombre que carece de Hombridad es el ególatra. Este hace del Yo y sus intereses el móvil de toda actividad. Pretende crearse un cosmos que gire sobre el eje de si mismo. Don Juan era egotista, pero no ególatra, ya que sus acciones no estaban inspiradas en la idea objetiva del yo, sino en una simple pasión carnal.

 

Lo propio podía decirse del "snob". Este actúa indudablemente por egoísmo, pero mientras lo que lo mueve es el buen tono o la buena opinión de alguna elite, lo que mueva al ególatra es el afán desmedido por colocarse a sí mismo en el centro de todo cuadro, haciendo que todo le sirva de medio para la realización de sus fines, sin que el sirva de medio para ningún interés ajeno.

 

Seguir en todo instante la voluntad y el interés propio sin consultar nada los ajenos, no es sino una forma aristocrática de la locura. El perfecto voluntarioso, con todo sus aires de caballero independiente, esta poseído del demonio más trágico de todos, el demonio del yo. Nadie puede ser obra perdurable que tenga por único móvil una ambición egoísta. Tarde o temprano el endemoniado del "yo" caerá de bruces en uno de sus duelos temerarios, por encontrarse en las alturas con el ventarrón de alguna ley universal. "Las estrellas de sus órbitas pelearon contra Sisera", dice el antiguo "Libro de los Jueces". Y Víctor Hugo pregunta en "Los Miserables" "¿Quién ganó la batalla de Waterloo?"... Y contesta: "¡Fue Dios!".

 

Quizás el más perfecto ególatra que nos ofrece la literatura es el Peer Gynt de Ibsen. Adoptando este de joven la enseñanza de "Ser yo mismo", se lanza al mundo en busca de fortuna. Tras una serie de peripecias por países extranjeros, en el curso de los cuales ha hecho y perdido varias veces ingentes fortunas, vuelve siendo hombre ya de barbas blancas, a su tierra natal. Camino de su aldea, entra en una vieja huerta conocida. Alza en la mano una cebolla y empieza a sacarles las telas. A cada tela que sale le da el nombre de un papel que ha desempeñado en su vida... El naufrago arrojado por el mar sobre la playa americana, el de cazador de focas en la bahía de Hudson, el de buscador de oro en California... Hasta llegar por fin a lo que debía ser el corazón de la cebolla. Pero... ¡Nada! La cebolla es pura tela. "Como cebolla", dice, "Ha sido mi vida toda tela, apariencia... sobre mi lapida escúlpase en letras de molde estas palabras: "Aquí yace nadie".

 

Peer Gynt era Don Nadie, por no haber consultado nunca en su larga vida sino su yo y sus intereses. No se había puesto a si mismo al servicio de nada que beneficiaria a los demás. En ningún corazón agradecido sobreviviría su nombre inmarcesible. El ególatra a de resultar a la larga, o un loco o nadie, pero un Hombre, jamás.

 

4

 

¿Quién es entonces el verdadero el arquetipo humano? El que merece llamarse todo un Hombre posee tres cualidades básicas:

 

Es un ser libre sed de lo real. Su libertad se destaca cuando se le compara sobre los tipos anteriores. Don Juan es esclavo de una pasión baja; el "snob" es esclavo de prejuicios aristocráticos; el ególatra es esclavo del archidemonio Yo. El hombre verdadero, habiendo afirmado su libertad frente a sus pasiones, sus prejuicios y sus ambiciones mezquinas abre de par en par las puertas y ventanas de su alma a los soplos y voces que le viene del mundo real. Tiene sed de realidad.

 

El ser humano vive en dos mundos, un mundo de efímeras apariencias y un mundo de eternos valores. El Hombre verdadero, como salido, como los presos platónicos, de las cavernas de las apariencias, lo contempla ya todo bajo la luz de la realidad. Se atreve a mirar de frente al Sol.

 

Parte del mensaje Keyserling al mundo contemporáneo,  es su insistencia sobre la necesidad de adoptar una actitud pasiva frente a las cosas que queremos investigar o que merecen investigarse. Dejemos primero que ellas nos hablen. Libres de prevenciones o prejuicios, dejémonos empapar en la atmósfera de ellas. Luego, lo que no nos satisfaga, después de haberlo conocido, rechacémoslo. Pero no sea la actitud critica la primera sino la ultima. Entonces podemos criticar con pleno conocimiento de causa.

 

De este modo nos expondremos al cargo de que los demás critican son, por lo general, los que menos saben. El Hombre verdadero, sediento de lo real produce, en su búsqueda espiritual en igual forma que los hombres de ciencia. Los descubrimientos científicos se hacen a base de la aplicación reverente y concienzuda de hipótesis a la realidad objetiva. Los descubrimientos espirituales solo se harán por un proceso de verificación honrada de la teoría o actitud que se someta a investigación.

 

Otro rasgo del Hombre verdadero es apasionarse por algo superior. Hay grandes regiones del mundo real que no podrán ser descubiertas por los teóricos, preciosas experiencias que estos no podrán nunca compartir. La única actitud creadora frente a la vida es la de aquel que se vincula a una idea o causa superior que le absorbe todas las energías del cerebro, corazón y brazos. Que sea un obrero en alguna forma. Que ponga su talento al servicio de algo de indiscutible importancia. Que encuentre, es decir, su vocación en la vida. Y en cuanto a dificultades intelectuales, ellas se solucionan muy a menudo no bien uno se pone a trabajar para cumplir un deber, o encarnar en vida un ideal. Hay problemas que resultan insolubles en la soledad de la biblioteca y que podrían solucionarse fácilmente en la soledad del camino. "La acción", decía Amiel, "Es la quinta esencia de la vida, como la combustión es la quinta esencia del fuego". ¡Con que frecuencia la causa hace al hombre, así intelectual como moralmente! ¿Quién no ha sabido de hombres mediocres que se agigantaron, llegando a grabar hechos inmortales en las paginas de la historia, por haberse jugado la vida en una causa superior?

 

La pasión y no la apatía es el estado normal del Hombre. Solo son creadores los grandes apasionados. Solo ellos son capaces de grandes conquistas, comenzando por la conquista preliminar de un carácter personal aquilatado. "Ningún corazón es puro" alguien ha dicho, "Que no sea apasionado; ninguna virtud es segura que no sea entusiasta". Hay que vivir en un vértigo, grita Unamuno. ¡Que lean y se inspiren en esa pieza de prosa candente de cruzado, con que éste prologa su "Vida de Don Quijote y Sancho", quienes hayan visto la estrella y estén dispuestos a seguirla!

 

Y si uno es todo un Hombre, además, resultara consecuente en su pensamiento y acciones. Compenetrado de la realidad, será un Hombre de verdad o de la verdad, como dijera el Galileo a Pilatos. Su vida será de una sola pieza y no llevara máscara de ninguna especie. Lo que piensa su alma blanca, eso mismo lo dirá y lo cumplirá. Antes de claudicar preferirá morir. Pensando en Hombres de esta fibra, dice Romain Rolland: "Id a la muerte lo que debéis sufrir. No se vive para ser feliz sino para cumplir con una ley. Sufre y muere, pero procura lo que debes ser: Un Hombre".



 
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