de Justo Llecllish M, el Domingo, 19 de septiembre de 2010
Aunque no lo crean, este fue titular de portada de un periódico evangélico —Testimonio Cristiano— hace un par de décadas. Retrataba, pues, el grado de participación de evangélicos en política, en especial de ministros del evangelio. Hoy, veinte años después, la iglesia evangélica está lejos de endiabolizar la política; ahora se la conceptúa como un servicio a Dios. ¡Ahora ya no es pecado ético usar el púlpito para adherirse a tal o cual candidatura, y en otros casos para presentar a sus propios candidatos! Estoy satisfecho con la evolución conceptual, pero enojado con la forma de involucramiento. Para ser más concreto, con el transfuguismo de ministros. Ahora el ministerio es objeto de renuncia, licencia o jubilación. Ya perdió su carácter irrevocable. Quizá el hambre y sed por justicia y un mejor país sea la causa, y bien por ello; pero no creo que sea la forma. Intuyo que se vieron impelidos a cambiar su púlpito por un cargo político, simplemente porque al contemplar su entorno no había alguno digno. Había un contratiempo que redimir, y se auto postularon a precio del púlpito. Lo ideal habría sido reavivar el púlpito en uno capaz de inspirar, forjar y enviar gente al campo blanco llamado política. No transfugar, sino enviar; y obviamente, no enviar a cualquiera. En otros países se envió al que primero levantaba la mano y el resultado fue más que desastroso. Pensando en el futuro, hay que repasar la prédica "al que Dios llama, prepara; al que prepara, unge; y al que unge, envía" aplicado a la política —¡pues los principios, son los principios!—. A esta altura de la vida ya se puede oler y palpar a los llamados a la política, unos más evidentes que otros. Empero todavía les falta prepararse. Para empezar, no hay escuela(s), ni de pensamiento político ni de especialización en política. Todo lo que hay son cursillos para apurados, conversatorios al paso, talleres importados, movilizaciones ingenuas y discursos fantasiosos; y todo ello, a contados meses de comicios electorales. ¡Se olvidaron de un tip clásico del proyecto Un millón de líderes: proceso. Y sin esto, todo lo que respondamos y presentemos será improvisado y de alto riesgo. ¿Mientras ello ocurra se justificarán más abandonos de púlpitos? Dios quiera que el púlpito no se convierta en un peldaño anterior a un cargo político. Es un fenómeno que está ocurriendo en el mundo entero, y no creo que sea sinónimo de avivamiento. Es más una respuesta apresurada a una escasez de probidad. Y hablando de probidad: El rollo de honestidad es insuficiente en política (sino recuerden a Daniel y los sátrapas de Darío). Definitivamente don Humberto califica en esto, pero no estoy seguro de su capacidad para gobernar en un contexto democrático profundamente satrapatizado. He escuchado un par de comentarios sobre don Humberto Lay y su metida en política. Primero: Que su principal afán no es ganar las elecciones, sino abrir la puerta para futuras generaciones. Segundo: Que don Humberto se dedicaría a una tarea disciplinada de opinión política, y así asfaltar el camino para otros. ¡Muy loable las interpretación de mis comentaristas! Espero que la lección aprendida no sea cómo abandonar el púlpito, sino mas bien ampliar su misión al campo blanco llamado política, y que la próxima prédica sea Evangélicos, sí a la política, pero pasen el proceso de preparación y hagan carrera de menos a más, y de abajo hacia arriba. |
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