CRISIS GLOBAL Y CRISTIANISMO
Los cristianos, cual sea la denominación a la que pertenecemos, estamos viendo y viviendo un tiempo no sólo tremendo por la magnitud de acontecimientos (globalizació
¿Quién hubiera podido imaginar la caída del capitalismo? ¡Y de què manera! No sabíamos cómo podía ser, quizá los más ansiosos en entender y explicar bíblicamente las cosas discernían las falacias, pero no discerníamos del todo. Aunque estaba ante nuestros ojos, no terminàbamos de discernir: La fuga de capitales nacionales al monstruo de las bolsas americanas y europeas, veíamos esa tremenda mentira de las inversiones en bolsa, de las extravagantes hipotecas, presenciàbamos toda esa escena inseguros, y no sabíamos en dónde acababa, y si algún día lo haría. Y aún pretende levantarse. Aún las emisoras de televisión nos pasan las imágenes, ahora indudablemente odiosas, de la especulación financiera y sus expectativas de negocio, por ahora pálidas. Y eso nos llama a reflexionar y actuar.
Encuentro que uno de los puntos más viciados al enseñar cualquier disciplina dentro de las Ciencias Sociales (Ciencia Política, Sociología y todas las relacionadas) es explicar en donde se hallan los cuellos de botella, los lugares àlgidos no solucionados de los problemas sociales. La caída del capitalismo ha facilitado una respuesta. La acumulación será grandiosa, pero la montaña al fin llega a derrumbarse. Sin afán acumulativo, ¿qué queda? Un esquema equitativo de capital. Y este corresponde a una sociedad con un determinado fundamento ideológico, moral, y político, en el cual lo económico es el último –pero por supuesto, no menos importante- eslabón. Nada menos que el esquema bíblico de sociedad.
Aquí es donde se aclara el problema educativo. Siempre se habla de la educación, pero el discurso enfoca en dar una educación pública, ya fracasada, más que en el cambio de contenidos. La educación es importante porque sin ella, sin definir su contenido (desde su vertiente ideológica hasta sus instrumentos programáticos) las sociedades están condenadas, entre otros, a la repetición de los errores del pasado. Tenemos entonces el desafío a una tarea: Poner sobre el tapete la incongruencia de la educación actual y presentar una propuesta, no de una visión religiosa, sino racional y congruente con la realidad. Y las condiciones están dadas para facilitar esa visión. Hoy en día nadie duda que el crédito debe democratizarse, que el estado debe racionalizarse…
Jesús nos mandó enseñar. Es tiempo de hacerlo.
Ana Roncal
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