En 1990 Alberto Fujimori llegó a la presidencia de la República producto de la enorme desconfianza de la población, fundamentada en los fracasos de los partidos políticos que tuvieron el poder en la década anterior, sea en el gobierno central, en el Congreso o en los municipios. A su vez, tuvo el espaldarazo del APRA y la Izquierda Unida, las agrupaciones políticas progresistas de aquel entonces, para evitar la victoria de quien representaba la opción liberal, nada menos que Mario Vargas Llosa.
Pero en esa segunda vuelta de la recordada campaña electoral de 1990, Fujimori no sólo contó con estos respaldos. También fue apoyado por los evangélicos, sector religioso que por esos años bordeaba el 5 o 6 por ciento de la población peruana. Y no sólo en los votos, sino que lo acompañaron en sus listas de senadores y diputados.
Como resultado, fueron electos 3 senadores y 12 diputados de confesión evangélica, acaso la representación protestante más grande en toda la historia del Perú. Todo apuntaba a que Fujimori, como ofreció en esa campaña, haría un gobierno más tirado a la centro-izquierda, junto a todos estos sectores que lo habían acompañado en esos meses, donde se incluían a pequeños empresarios y profesionales.
Sin embargo, apenas instalado al gobierno, el ex presidente prefirió aliarse de inmediato con los grupos de poder económico y los sectores más conservadores del país. Tiró al tacho sus promesas de campaña y se deshizo de sus propios aliados. Entre estos, naturalmente, los evangélicos. Todo esto se consumó el 5 de abril de 1992, cuando cerró el Congreso de la República.
Inmediatamente el Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP) emitió comunicados en defensa de la democracia y la institucionalidad del país. Posteriormente se enfrentó a los abusos del poder. Como ejemplo está la defensa de Juan Mallea, miembro de la Alianza Cristiana y Misionera, quien fuera injustamente acusado y encarcelado por terrorismo, puesto que el gobierno de Fujimori tenía que "crear" culpables, y finalmente fue liberado luego de varios meses de lucha.
Sin embargo, hubo otros que prefirieron alinearse con la dictadura, como fue el caso de los congresistas evangélicos Pedro Vílchez y Gilberto Siura, éste último responsable de haber promovido la amnistía para el grupo Colina, autor de los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos, bajo la sombra de Fujimori y Montesinos.
En ese mismo bloque, otras iglesias, la mayoría de corte carismático, prefirieron guardar un silencio cómplice ante todos los atropellos y abusos ocurridos en esa época. Tras la caída de Fujimori en el 2000, aparecieron unos años después promoviendo candidaturas "ungidas por el Señor". Ante la negativa del CONEP a apoyar estas iniciativas, fue que se separaron, y formaron la Unión Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú (UNICEP).
Luego del fracaso de Humberto Lay en las elecciones del 2006, fue evidente su coqueteo con los sectores más conservadores del país en todos estos años. La mayor evidencia está en la presencia de la parlamentaria fujimorista Luisa María Cuculiza en la conferencia "Transformando Comunidades en Crisis". Allí confesó que el pastor Robert Barriger, presidente de UNICEP, fue su consejero "en sus momentos difíciles", pese a que reconoció ser católica y que también es cercana al cardenal Juan Luis Cipriani, del Opus Dei. En esa misma reunión, esta señora recibió aplausos del público, que olvidó (o quizás ignora) que Fujimori se burló de los evangélicos.
La última: tras la condena a Fujimori a 25 años por haber sido encontrado culpable por homicidio calificado, lesiones graves y secuestro, inmediatamente se escucharon algunas voces. El director ejecutivo del CONEP, Víctor Arroyo calificó el hecho como "un acto de justicia"; y el director nacional de Paz y Esperanza, Germán Vargas sostuvo que este suceso "es un mensaje para que los abusos no queden en la impunidad y para que ninguna persona por más que tenga poder puede atentar contra la vida humana". UNICEP no ha hecho público ningún pronunciamiento.
Entonces ya sabemos quiénes son quienes. Los que están del lado de la justicia social, la libertad, y los derechos humanos. Y los que prefieren el autoritarismo y la cercanía con el poder. Aunque haya algunos ingenuos (o quizás oportunistas) que piensen que estos últimos han cambiado.
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