martes, 24 de abril de 2007

Una verdad inconveniente

Mateo 25: 31-46
Hoy, es el Día de la Tierra. ¡Feliz Día de la Tierra!
Algunos pensarán, ¡qué poco original es el título de mi Sermón para hoy!, “Una verdad inconveniente” es el nombre del documental cinematográfico que el ex vicepresidente de los Estados Unidos de América Al Gore produjo y que ha llamado mucho la atención de todo el mundo y, hasta se ha hecho merecedor a un premio Oscar de la Academia Cinematográfica de Hollywood. El tema de la película es el calentamiento global y sus efectos.
Ojalá pudiéramos alegrarnos este Día de la Tierra como cuando lo hacemos en un cumpleaños, o en Navidad, en el Día de las Madres, o en Año Nuevo. Pero, para la gran mayoría de los habitantes de la tierra, este día pasa totalmente inadvertido, ni siquiera saben que existe; otros, aunque lo saben, no le dan ninguna importancia; y otros, que sí lo sabemos y quisiéramos alegrarnos, no podemos, porque nuestro bello y admirable planeta está enfermo. Enfermo y cansado por la contaminación que, consciente o inconscientemente, producimos sus habitantes.
La Tierra está dándonos señas claras y alarmantes de que la contaminación que producimos, está dañando muy seriamente y, en algunos casos en forma irreparable, la condición de vida en este planeta. Los cascos polares se derriten, especies se extinguen, el clima está cambiando, afectando la calidad de la atmósfera, el aire que respiramos, la producción de alimentos, tanto para la población animal como vegetal.
Al empezar a escoger una porción bíblica que me serviría de base para este Sermón, lo primero que vino a mi mente fue, por supuesto, Génesis 1 y 2, las historias de la Creación. Cuando leemos pausada y reflexivamente estos capítulos, nuestra imaginación se recrea en la imaginación, la creatividad y la grandeza de Dios. Por momentos, este éxtasis pudiera verse interrumpido por unos nubarrones de duda. La complejidad y la perfecta interrelación de todo el universo asombra y confunde a todo ser pensante; como dice la última estrofa de uno de mis himnos favoritos— de esos que hemos mandado al museo musical: “Oh buen Dios, si hoy contemplo Tu infinita perfección, el asombro llena mi alma, se confunde mi razón.” Pero asistidos por el Espíritu Santo, nuestra fe resurge de entre los nubarrones de dudas; como sale el sol después de una impetuosa tormenta, haciendo que todo se vea más claro, más limpio, porque las gotas de lluvia han lavado la naturaleza entera, mostrando su exuberante belleza. “La fe que no duda es una fe muerta”, decía don Miguel de Unamuno.
Pero este Día de la Tierra, hoy 22 de Abril del 2007, nuestro planeta está enfermo. Enfermo y cansado. Tiene complicaciones serias de salud. Está enfermo por la ambición y la indiferencia de la gente. Está cansado de soportar millones de toneladas de basura que producimos irresponsablemente, dando por hecho de que ella, que es tan generosa, se encarga siempre de limpiar y regenerarlo todo. Pero la Tierra está enferma de vejez prematura.
Pero, ¡qué mala forma de leer Génesis 1 y 2! ¡Qué manía por una escatología apocalíptica!.... Dios no creó todo esto y a nosotros para tener escenario y personajes para una hecatombe final. ¡NO! Tanta belleza, tanta perfección, tanta armonía, no vienen de una mente fatalista y abyecta. Sólo el amor en su más alta y sublime expresión pudo dar a luz todo esto. Algunos lo llaman la “gran explosión”, el “big bang”. Sea como haya sido, claro que podemos usar la metáfora de la explosión, como un fuego pirotécnico de siete tiempos. Todo quedó muy bueno. Todo quedó perfecto para que surgiera la vida, lo biológico en todas sus formas y expresiones. Y se nos encargó el cuidado de todo esto, hasta donde nuestra capacidad e inteligencia pudiera.
Hoy es el Día de la Tierra. Día de este hermoso y cómodo lugar que Dios creó para nosotros. Hoy deberíamos estar celebrando, cantando, comiendo y bailando; y, sobre todo, dando gracias a Dios por toda la bondad de la Creación. Pero la Tierra está enferma. Y sólo algunos de nosotros nos hemos dado cuenta, o queremos darnos cuenta, y estamos tomando en serio sus síntomas de enfermedad. Otros, no quieren saberlo, aunque lo saben; y siguen aprovechándose de ella con insaciable ambición y egoísmo, con insolencia y arrogancia. Quieren ignorar que Dios, no solamente creó la tierra y todo lo que ella contiene, sino que la Creación le sigue perteneciendo a El: el suelo, el agua, los animales, el aire, “las riquezas”. Todo es de Dios. Aunque haya quienes quieran poseerlo todo y para siempre. Como en la parábola del Evangelio de Lucas, en la que un hombre rico acumuló tanta riqueza, que sus depósitos ya no podían contenerla, así que decidió construir otros más grandes. Dios lo declara “tonto, esta misma noche se te demandará tu vida. Y todo lo que has guardado ¿de quien será?”
La Escritura nos dice con claridad que Dios es el Creador y que la Creación le pertenece. También nos dice que Dios les dio al hombre y a la mujer un rol prominente en el contexto de la Creación. La Escritura también nos dice que las manos de Dios están amplia y generosamente abiertas para sustentar las necesidades de todas las criaturas sobre la tierra. Y esta declaración no está negada a las especies animales o vegetales que no sirven para alimento o a aquéllas que tiene un valor comercial “especial”. Dios sustenta a toda criatura viviente.
Esto incluye las especies que estamos depredando y extinguiendo de la faz de la tierra. Las especies que estamos explotando sin cuidado ni misericordia. Esto incluye todas las especies vegetales y animales que ponemos en nuestras mesas para alimentar a nuestras familias, y que arrogantemente creemos que lo merecemos porque ello es, única y sencillamente, el fruto de nuestro trabajo.
En varias culturas aborígenes hay la costumbre de pedir permiso y perdón a la tierra cuando se caza o se pesca, porque se reconoce que esas criaturas vivientes sacrificarán sus vidas por nuestro bienestar, el bienestar de la vida humana. Hay mucha gratitud por el sustento que viene de ellos. Eso es reconocimiento y respeto por el misterio de la vida.
Hay una teología antropocentrista, que predica el interés de Dios solamente en los seres humanos, confundiendo la tierra con lo mundano. Esa teología es cómplice de la destrucción del planeta. En muchas iglesias de los Estados Unidos se sigue ignorando o rechazando el calentamiento global, muchas de ellas patrocinadas por las grandes corporaciones que están explotando y contaminando la tierra sin ningún cuidado por la desestabilización que están produciendo y cuyos efectos empezamos a ver y sentir.
Hoy es el Día de la Tierra, pero la celebración es opaca, casi triste, porque la mayoría de hombres y mujeres hemos olvidado que este hogar, aunque es de nosotros, para nuestro uso, le sigue perteneciendo a Dios y hemos olvidado su pacto con Adán y Eva, su pacto renovado con Noé y toda su familia, su pacto con toda la tierra.
El precioso don de la Creación se mide hoy en dólares y centavos. Es por eso que vino a mi memoria, al empezar a pensar en este Sermón, el pasaje del Evangelio de Mateo que acabamos de leer. Esa impresionante parábola de amor, compasión, generosidad y misericordia contrastada con el desamor, ambición y egoísmo, así como insensibilidad, que están destruyendo la tierra.
“Porque tuve hambre y no me diste de comer,” pues hay quienes se creen dueños únicos de los recursos alimenticios de la tierra; porque hay
corporaciones multinacionales y multimillonarias que están monopolizando el mercado de alimentos, dejando a los pobres campesinos que cultivan sus parcelas, con la única alternativa de convertirse en peones suyos, por un mísero sueldo que no puede cubrir ni sus necesidades básicas; porque hay corporaciones que están fumigando con veneno la tierra, con tal de obtener pingües ganancias de sus cultivos masivos; porque hay corporaciones que tiran al mar toneladas de
alimentos con tal de mantener los precios del mercado.
“Tuve sed, y no me diste de beber”, porque hay quienes procesan, y embotellan el agua—las mismas corporaciones, con otros nombres—y le ponen precios inalcanzables para aquellos menos favorecidos en este sistema que ha dolarizado la creación; porque hay industrias—para no seguir usando el sustantivo ‘corporación’—que arrojan a los ríos, lagos y mares, toneladas de deshechos tóxicos que están extinguiendo la flora y la fauna de esos mismos sistemas ambientales.
“Tuve frío, estaba desnudo o no tenía techo para cobijar…” porque hay quienes se han apropiado del suelo, matando masivamente a sus habitantes originales, trayendo una cruz en una mano y la espada en la otra. Porque hay quienes construyen cercos y muros para alejar a los que no tuvieron la misma suerte que ellos.
“Estuve enfermo…,” sin posibilidad de acceder al sistema de salud por no tener seguro, por ser inmigrante ilegal, por no tener dinero para las medicinas, porque los salarios son paupérrimos.
“Estuve en la cárcel…,” porque crecí en la calle, sin valores morales ni espirituales, porque mis padres trabajaban de sol a sol y nadie me ayudaba con las tareas ni dirigía mi vida cuando era niño; porque al volver de la escuela o cuando iba, estaba solo o vagando por las calles.
Pero la tierra esta enferma también porque en vez de regarla con agua para que produzca alimentos y se regenere, la están regando con sangre con pretextos cínicos y mentirosos y para justificarse hasta se esconden en motivos dizque cristianos. Critican el jijad de los musulmanes, pero ellos también están envueltos en guerras “santas”. ¿Acaso no hemos oído a sus predicadores en la televisión o por radio?
Pero hoy, esta mañana y aquí, habemos muchos que podemos empezar a hacer una diferencia para sanar a nuestra pobre Tierra que está enferma. ¿Cómo? Hay muchas formas. La primera, vean la película “Una verdad inconveniente”. Infórmense seriamente sobre el calentamiento global. Cuiden el agua; no usen cosas que no son reciclables, no abusen de productos tóxicos como jabones, y detergentes; bajen al mínimo el consumo de plásticos o cosas similares que se producen por millones de toneladas, porque ya nos han hecho adictos a ellas. Cuanto más funcionan las fábricas, hay más químicos y desechos que van a las aguas y a la tierra; más humo contaminante que va a la atmósfera. NO compren carros que son hechos para el campo para usarlos en la ciudad, causando una mayor contaminación ambiental. No usen tecnopor o espuma. Se sabe que muchos de estos productos, al igual que los “pampers”, que han remplazado a los pañales de tela o género (que antes se lavaban y usaban desde el primer hijo hasta el último), se demoran mas de doscientos años en deshacerse y volver a la tierra, etc.,etc. Pero sobre todo, luchen por la paz y la justicia que son hermanas inseparables. Cuando oigas de paz y no de justicia, no sigas escuchando, es una falacia.
Hoy es el Día de la Tierra y es el Tercer Domingo de la Resurrección, en el calendario litúrgico. Cristo ha resucitado y con El nuestra salvación, nuestra regeneración y nuestra esperanza. También salvación, regeneración y esperanza para la Tierra, para Su creación, para Sus hermanos y hermanas a quienes El ha enseñado un camino diferente al camino destructor.
Hoy es el Día de la Tierra. Feliz Día de la Tierra. Amen

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