Interesante y ponderada posición de Rolando Perez para seguir en la construcción de ideas... Jorge Lima, lunes, 12 de abril de 2010 El dictamen de Ley sobre la libertad e igualdad religiosa en el Perú, que está próximo a debatirse en el pleno del Congreso de la República, ha generado un intenso debate en el campo evangélico respecto a la necesidad de repensar el carácter laico del Estado. Este debate ha develado, entre otros aspectos, que el discurso de la reivindicació En el contexto de este debate, los discursos que construyen confesionalistas y laicistas dan cuenta de posiciones diferentes respecto a la concepción sobre el rol del Estado y el lugar de las iglesias en una sociedad democrática, así como también reflejan precisamente dos maneras de concebir la reivindicació En este nuevo escenario, un vasto sector evangélico ha reactivado con mucha fuerza una arraigada visión evangélica sobre la confesionalizacion del Estado, por medio del cual se reivindica el derecho de la minoría evangélica a gozar los mismos privilegios que la religión oficial recibe históricamente. Aun cuando estas redes y grupos construyen hoy un discurso menos religioso más mediatizado, más conectado con los códigos de la secularidad política y social– su propósito estratégico descansa aun en aquella concepción teológica "reconstruccionista" que alimenta la idea de (re)fundar la nación sobre las bases de una particular perspectiva cristiana de la gestión pública y la ética ciudadana. A diferencia del pasado, estas cruzadas evangélicas en contra del Estado laico ya no se circunscriben a aquellas marchas públicas que intentaban (de) mostrar su existencia numérica y su poder simbólico. Hoy se puede observar el uso de estrategias "políticas", como el establecimiento de relaciones sostenidas con líderes de opinión y autoridades, así como la apropiación de los espacios públicos oficiales. Ha sido interesante notar, por ejemplo, que la nueva versión municipal del (cuasi) institucionalizado Te-Deum evangélico se llevó a cabo ya no en un templo evangélico sino en el mismo Palacio Municipal de Lima y con la inauguración del Alcalde de la ciudad. Pero estos esfuerzos de empoderamiento no se quedan en el plano simbólico. Hay una evidente apropiación de los recursos políticos para lograr que su voz sea escuchada y su propuesta sea incorporada en la mesa donde se deciden las políticas públicas y la normatividad legislativa. En el caso de la lucha por la confesionalizacion del Estado, los sectores evangélicos que se mueven bajo esta lógica han encontrado coyunturales coincidencias con actores del gobierno y el oficialismo católico. Sin embargo, es importante subrayar que estas alianzas están motivadas no solo el común interés por respecto a la defensa de ciertas reivindicaciones confesionales, sino también, porque en el fondo, ambos han encontrado comprensiones comunes respecto a una particular manera de entender el Estado y la democracia. Por ello, mas allá de la legitimidad simbólica o real que un sector de la comunidad evangélica puede lograr en este proceso, lo que es importante subrayar es que la lucha de aquéllos que promueven y defienden la institucionalizació En ese sentido, queda claro que el implícito consenso entre católicos y evangélicos que postulan por el Estado confesional se sostiene de algún modo en una visión etnocéntrica de la ciudadanía que se resiste a incluir la pluralidad religiosa, el desinterés por una real des-monopolizació Es cierto que la filosofía confesionalista crea nuevas condiciones para mantener la antigua co-existencia utilitaria entre la religión y el poder político y, también, legitima el tradicional matrimonio entre una(s) iglesia(s) dominante(s) y un Estado que usa la religión para lograr la "bendición" de todas sus políticas, aun de aquellas que colisionan con el Estado de derecho. Sin embargo, es aun más relevante reflexionar sobre lo que diversos analistas han señalado, en el sentido de que el proyecto de Estado confesional desnaturaliza la esencia de la democracia y debilita el proceso ciudadano sobre el cual se intenta construir una sociedad verdaderamente inclusiva y sin privilegios, donde se respete el derecho a pensar y creer libremente. Y es que en el fondo la filosofía confesionalista, si bien acepta (a regañadientes) la existencia de "otros", diferentes, no establece como un valor democrático el respeto a la diferencia. De cualquier modo, esta coyuntura abre las puertas para un debate crucial en torno a las implicancias éticas de la participación de las iglesias y las comunidades de fe en la esfera pública. Dada la activa intervención de sectores vinculados a las confesiones cristianas en la esfera pública, es particularmente importante discutir aspectos como la relación entre la fe cristiana y la ética cívica, los horizontes democráticos desde los cuales los cristianos apuestan por el cambio y la transformació http://www.alcnotic |
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